Urología Funcional - Neuro Urología

Vejiga hiperactiva

La vejiga hiperactiva ocasiona una necesidad urgente y repentina de orinar. Esa necesidad puede ser difícil de controlar, y la vejiga hiperactiva puede llevar a la pérdida involuntaria de orina (incontinencia de urgencia).

La vejiga hiperactiva y la incontinencia urinaria tienen un efecto profundo sobre la calidad de vida de los individuos afectados, con repercusiones sociales, psicológicas, ocupacionales, domésticas, físicas y sexuales.

Síntomas

Si tienes vejiga hiperactiva, es posible que:

  • sientas una necesidad urgente y repentina de orinar que es difícil de controlar.
  • sufras incontinencia imperiosa: la pérdida involuntaria de orina inmediatamente después de la necesidad urgente de orinar.
  • orines con frecuencia, en general ocho o más veces en un período de 24 horas.
  • te despiertes dos o más veces durante la noche para orinar.

Aunque tal vez llegues al baño a tiempo al sentir la necesidad de orinar, el hecho de tener que orinar imprevistamente con frecuencia o por la noche puede alterar tu vida.

Etiología

La vejiga hiperactiva se da cuando los músculos de la vejiga comienzan a contraerse involuntariamente, aunque el volumen de orina almacenado en la vejiga sea bajo. Esta contracción involuntaria genera la necesidad urgente de orinar. 

Existen diversas afecciones que pueden contribuir a causar los signos y síntomas de la vejiga hiperactiva, por ejemplo:

  • Trastornos neurológicos, como los accidentes cerebrovasculares, la esclerosis múltiple, la espina bífida, la enfermedad de Parkinson.
  • Diabetes.
  • Medicamentos que causan un aumento rápido en la producción de orina o que deben tomarse con mucho líquido.
  • Infecciones agudas de las vías urinarias que pueden ocasionar síntomas similares a los de la vejiga hiperactiva.
  • Anomalías en la vejiga, como tumores o cálculos.
  • Factores que obstruyen la salida de la vejiga: agrandamiento de la próstata (hiperplasia benigna de próstata)estreñimiento cirugías anteriores para tratar otros tipos de incontinencia.
  • Consumo excesivo de cafeína o alcohol.
  • Deterioro de la función cognitiva debido al envejecimiento, que puede impedir que la vejiga interprete correctamente las señales enviadas por el cerebro.

La causa específica de la vejiga hiperactiva puede ser desconocida.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo para padecer vejiga hiperactiva son:

  • El envejecimiento. Con el envejecimiento aumenta el riesgo de sufrir ciertas enfermedades, como agrandamiento de la próstata y diabetes, que pueden contribuir a otros problemas relacionados con la función de la vejiga.
  • Deterioro cognitivo. La enfermedad de Alzheimer y el deterioro neurológico que se produce después de algunos accidentes cerebrovasculares pueden producir vejiga hiperactiva. La incontinencia que se produce a causa de este tipo de situaciones puede controlarse con cronogramas para beber líquidos, horarios y recordatorios para orinar, prendas absorbentes y programas de movimiento intestinal.
  • Tabaquismo, alcoholismo y algunas drogas ilícitas. Todas estas sustancias se consideran irritantes vesicales, y hacen que los nervios de la vejiga trabajen de forma anormal.
  • Consumo de café, té, bebidas muy azucaradas y carbonatadas. Son también irritantes vesicales y diuréticos.

Complicaciones

La vejiga hiperactiva puede afectar significativamente las actividades diarias, como el trabajo y las relaciones sociales. Esta enfermedad puede ocasionar:

  • sufrimiento emocional o depresión
  • ansiedad
  • alteraciones del sueño
  • problemas de sexualidad

Diagnóstico

El primer paso es una adecuada evaluación diagnóstica mediante interrogatorio, cuestionarios específicos, examen físico, diario miccional y de ser necesario, estudios complementarios. 

El estudio urodinámico es la prueba complementaria por excelencia para diagnosticar la vejiga hiperactiva. Es un estudio mínimamente invasivo y que requiere preparación previa. Se indica generalmente en los casos de difícil control con medicamentos o con síntomas mixtos.

Antes de iniciar un tratamiento específico, se debe descartar cualquier causa que podría provocar la sintomatología, como por ejemplo infecciones urinarias, litiasis, entre otras.

Tratamiento

El tratamiento de la vejiga hiperactiva es múltiple. A los pacientes se les pide que modifiquen sus horarios de ingesta de líquidos, que hagan ajustes en su dieta, y que abandonen ciertos hábitos que contribuyen a la gravedad de la patología (fumar, tomar alcohol, drogas ilícitas). 

Si la modificación de estos hábitos no es suficiente, se utilizan medicamentos orales o tópicos (en forma de parches). Estos fármacos actúan sobre los receptores de la vejiga. No están exentos de efectos secundarios, la mayoría de las veces leves y bien tolerados. A pesar de ello, muchos pacientes abandonan el tratamiento medicamentoso pasado algunos meses.

Algunos antidepresivos, como la imipramina, también son útiles en el manejo de los síntomas. 

Cuando la terapia medicamentosa no es efectiva debido a la gravedad de los síntomas o no es tolerada por el paciente, se indica la inyección de toxina botulínica intravesical. Este procedimiento se realiza en el quirófano, bajo anestesia regional, y produce alivio de la sintomatología durante un tiempo prolongado (a veces hasta 1 año). Es un tratamiento muy empleado y con buenos resultados.

En otros casos se plantea el uso de neuromodulación. Se realizan varias sesiones de electroestimulación de raíces nerviosas que tienen conexión con la vejiga, para readaptar su función contráctil ante volúmenes vesicales bajos. Este procedimiento se realiza en la consulta de nuestra Unidad de Suelo Pélvico, y logra controlar los síntomas muy resistentes a otras terapias en un buen porcentaje de los casos. La neuromodulación, además, puede llevarse a cabo mediante la implantación de un dispositivo pequeño que se coloca debajo de la piel de la espalda o de la nalga del paciente, con anestesia y sedación. Este dispositivo evita la necesidad de sesiones repetitivas de electroestimulación en consulta, y tiene una baja tasa de complicaciones.

Incontinencia urinaria

La incontinencia urinaria —pérdida del control de la vejiga— es un problema frecuente. La intensidad abarca desde perder orina ocasionalmente cuando toses o estornudas hasta tener una necesidad de orinar tan repentina y fuerte que no llegas al baño a tiempo.

Si bien ocurre con mayor frecuencia a medida que las personas envejecen, la incontinencia urinaria no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. En la mayoría de las personas, algunos cambios sencillos en el estilo de vida o un tratamiento médico pueden aliviar la molestia o detener la incontinencia urinaria.

Tipos de incontinencia urinaria

Los tipos de incontinencia urinaria comprenden:

  • Incontinencia de esfuerzo. La orina se escapa cuando ejerces presión sobre la vejiga al toser, estornudar, reír, hacer ejercicio o levantar algo pesado.
  • Incontinencia de urgencia. Tienes una necesidad repentina e intensa de orinar, seguida de una pérdida involuntaria de orina. Es posible que tengas que orinar con frecuencia, incluso durante toda la noche. La incontinencia imperiosa puede deberse a una afección menor, como una infección, o a una enfermedad más grave, como un trastorno neurológico o diabetes.
  • Incontinencia por rebosamiento. Tienes goteo de orina frecuente o constante debido a que la vejiga no se vacía por completo.
  • Incontinencia funcional. Un deterioro físico o mental te impide llegar al baño a tiempo. Por ejemplo, si tienes artritis grave, es posible que no puedas desabotonarte el pantalón lo suficientemente rápido.
  • Incontinencia mixta. Tienes más de un tipo de incontinencia urinaria.

Síntomas

La incontinencia urinaria no es una enfermedad, sino un síntoma. Puede ser causada por determinados hábitos diarios, enfermedades de fondo o problemas físicos. Una evaluación exhaustiva a cargo del médico puede ayudar a determinar qué produce la incontinencia.

Incontinencia urinaria transitoria

Ciertos alimentos, bebidas y medicamentos pueden actuar como diuréticos (estimulan la vejiga e incrementan el volumen de orina). Algunos de ellos son:

  • Alcohol
  • Cafeína
  • Gaseosas y agua mineral con gas
  • Edulcorantes artificiales
  • Chocolate
  • Gomas de mascar
  • Alimentos con alto contenido de especias, azúcar o ácido, especialmente los cítricos
  • Medicamentos para la presión arterial y el corazón, sedantes y miorrelajantes
  • Grandes dosis de vitamina C

La incontinencia urinaria también puede ser a causa de una enfermedad fácilmente tratable, por ejemplo:

  • Infección urinaria. Las infecciones pueden irritar la vejiga, provocar una fuerte necesidad de orinar y, en ocasiones, incontinencia.
  • Estreñimiento. El recto está ubicado cerca de la vejiga y comparte muchos nervios. Las heces duras y compactas en el recto hacen que estos nervios se mantengan activos en exceso y aumenten la frecuencia urinaria.

Incontinencia urinaria persistente

La incontinencia urinaria también puede ser un trastorno persistente causado por problemas físicos o trastornos de base, entre ellos:

  • Embarazo. Los cambios hormonales y el aumento de peso del feto pueden provocar incontinencia de esfuerzo.
  • Parto. El parto vaginal puede debilitar los músculos necesarios para controlar la vejiga y también dañar sus nervios y el tejido del sostén, lo que lleva a que el suelo pélvico descienda (prolapso). El prolapso puede empujar hacia abajo la vejiga, el útero, el recto o el intestino delgado de su posición habitual, y hacer que asomen en la vagina. Dichas protuberancias pueden asociarse a la incontinencia.
  • Cambios a causa de la edad. El envejecimiento del músculo de la vejiga puede disminuir la capacidad de almacenar orina. Además, las contracciones involuntarias de la vejiga se vuelven más frecuentes con el pasar de los años.
  • Menopausia. En la menopausia, las mujeres producen menos estrógeno, una hormona que ayuda a conservar sana la membrana que recubre la vejiga y la uretra. El deterioro de estos tejidos puede agravar la incontinencia.
  • Histerectomía. En las mujeres, la vejiga y el útero están sostenidos por muchos músculos y ligamentos que comparten. Cualquier cirugía que involucre el aparato reproductor de la mujer, por ejemplo, la extracción del útero, puede dañar los músculos del sostén del suelo pélvico y producir incontinencia.
  • Agrandamiento de la próstata. Especialmente en los hombres mayores, la incontinencia a menudo proviene del agrandamiento de la glándula prostática, una afección conocida como «hiperplasia prostática benigna».
  • Cáncer de próstata. En los hombres, la incontinencia de esfuerzo o la incontinencia imperiosa pueden asociarse a un cáncer de próstata sin tratar. Pero, más a menudo, la incontinencia es un efecto secundario de los tratamientos para el cáncer de próstata, tales como la cirugía y la radioterapia.
  • Obstrucción. Un tumor en cualquier parte de las vías urinarias puede obstruir el flujo normal de orina y ocasionar incontinencia por rebosamiento. Los cálculos urinarios  a veces pueden causar pérdida de orina.
  • Trastornos neurológicos. La esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson, un accidente cerebrovascular, un tumor cerebral o una lesión medular pueden interferir en las señales nerviosas involucradas en el control de la vejiga y causar incontinencia urinaria.
  • Tratamientos quirúrgicos o no quirúrgicos de enfermedades de la pelvis. La cirugía prostática, tanto para enfermedades benignas como malignas, pueden complicarse con la incontinencia. La radioterapia en hombres y mujeres para el tratamiento del cáncer de la pelvis (próstata, cérvix, útero) también está asociada. 

Factores de riesgo

Los factores que aumentan el riesgo de padecer incontinencia urinaria comprenden:

  • Sexo. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir incontinencia de esfuerzo. El embarazo, el parto, la menopausia y la anatomía femenina normal dan cuenta de esta diferencia. No obstante, los hombres con problemas de próstata tienen riesgo elevado de sufrir incontinencia de urgencia y por rebosamiento.
  • Edad. A medida que envejecemos, los músculos de la vejiga y la uretra pierden fuerza. Los cambios que sobrevienen con la edad reducen la cantidad que la vejiga puede retener y aumentan la posibilidad de liberar orina involuntariamente.
  • Tener sobrepeso. El exceso de peso aumenta la presión sobre la vejiga y los músculos circundantes, lo que los debilita y permite que pierdas orina cuando toses o estornudas.
  • Fumar. El consumo de tabaco puede aumentar el riesgo de padecer incontinencia urinaria.
  • Antecedentes familiares. Si un familiar cercano tiene incontinencia urinaria, en especial, incontinencia de urgencia, tienes mayor riesgo de padecer la afección.
  • Otras enfermedades. Las enfermedades neurológicas o la diabetes pueden aumentar el riesgo de incontinencia.

Complicaciones

Las complicaciones de la incontinencia urinaria crónica comprenden:

  • Trastornos de la piel. Cuando la piel permanece constantemente húmeda puede promover la aparición de erupciones, infecciones de la piel y llagas.
  • Infecciones de las vías urinarias. La incontinencia aumenta el riesgo de padecer infecciones urinarias recurrentes.
  • Impacto en la vida privada. La incontinencia puede afectar las relaciones sociales, laborales y personales.

Prevención

La incontinencia urinaria no siempre puede prevenirse. No obstante, para disminuir el riesgo, puede resultar útil:

  • Mantener un peso saludable
  • Practicar ejercicios del suelo pélvico
  • Evitar alimentos que irriten la vejiga, como la cafeína, el alcohol y los alimentos ácidos
  • Ingerir más fibra, que puede prevenir el estreñimiento, una causa de incontinencia urinaria
  • No fumar o buscar ayuda para dejar de fumar

Diagnóstico

Para el diagnóstico de la incontinencia utilizamos recursos sencillos, pero muy prácticos. La historia clínica y el examen físico son fundamentales. 

Por lo general solicitamos:

  • Examen de orina y cultivo. El análisis de una muestra de orina sirve para detectar signos de infección, rastros de sangre u otras anormalidades.
  • Diario del funcionamiento de la vejiga. Durante varios días, anotar cuánto bebes, cuando orinas, la cantidad de orina que produces, si experimentaste una necesidad imperiosa de orinar y cuántos episodios de incontinencia tuviste.
  • Medición posterior a la micción. El médico te pide que orines en un recipiente que mide la producción de orina. Luego, supervisa la cantidad de orina residual en la vejiga mediante un catéter o una ecografía. Una gran cantidad de orina residual puede significar que tienes una obstrucción en las vías urinarias o un problema con los nervios o músculos de la vejiga.

Además, para evaluar el estado anatómico del aparato urinario es posible que se indique:

  • Ecografía
  • Resonancia magnética del suelo pélvico
  • Estudio urodinámico
  • Cistoscopia

Tratamiento

El tratamiento de la incontinencia urinaria depende del tipo de incontinencia, la gravedad y la causa de fondo. 

Es probable que el médico sugiera tratamientos menos invasivos al principio y continúe con otras opciones solamente si estas técnicas fallan.

Técnicas conductuales

El médico puede recomendarte lo siguiente:

  • Entrenamiento de la vejiga, para demorar la micción después de que sientes la necesidad de orinar. Puedes comenzar tratando de contenerla durante 10 minutos cada vez que sientas la necesidad de orinar. El objetivo es prolongar el tiempo entre las idas al baño hasta que orines solamente cada 2,5 a 3,5 horas.
  • Orinar dos veces, como ayuda para aprender a vaciar la vejiga lo más posible a fin de evitar la incontinencia por rebosamiento. En este caso, «orinar dos veces» significa orinar, y luego esperar unos minutos e intentarlo nuevamente.
  • Horarios programados para ir al baño, para orinar cada dos a cuatro horas en lugar de aguardar hasta tener la necesidad de ir.
  • Control de los líquidos y la dieta, para recuperar el control de la vejiga. Es posible que tengas que limitar o evitar el alcohol, la cafeína y los alimentos ácidos. Reducir el consumo de líquidos, bajar de peso o aumentar la actividad física también pueden aliviar el problema.

Ejercicios del suelo pélvico

El médico puede recomendarte que hagas estos ejercicios con frecuencia para fortalecer los músculos que ayudan a controlar la micción. Estos ejercicios, también conocidos como «ejercicios de Kegel», son especialmente efectivos para tratar la incontinencia de esfuerzo, pero también pueden ser útiles para tratar la incontinencia imperiosa (de urgencia).

Al realizar los ejercicios para fortalecer el suelo pélvico, imagina que estás tratando de detener el flujo de orina. Después:

  • Tensiona (contrae) los músculos que usarías para detener la micción y mantén la contracción por cinco segundos; luego, relájalos por cinco segundos. (Si te resulta muy difícil, comienza manteniendo la contracción durante dos segundos y relájalos por tres segundos).
  • Continúa con el ejercicio hasta mantener las contracciones durante 10 segundos por vez.
  • Intenta hacer al menos tres series de 10 repeticiones por día.

Para ayudarte a identificar y contraer los músculos adecuados, el médico podría sugerir que trabajes con un fisioterapeuta o que intentes con técnicas de biorretroalimentación.

Neuroestimulación

Se introducen temporalmente electrodos en el recto o la vagina para estimular y fortalecer los músculos del suelo pélvico. La estimulación eléctrica suave puede ser efectiva para la incontinencia de esfuerzo y la incontinencia de urgencia, pero es posible que necesites múltiples tratamientos durante varios meses.

Medicamentos

Los medicamentos que suelen utilizarse para tratar la incontinencia comprenden:

  • Anticolinérgicos. 
  • Mirabegron.
  • Alfabloqueantes. 
  • Estrógeno tópico. 

Dispositivos

  • El oclusor uretral. Un dispositivo pequeño y desechable similar a un tampón, que se introduce en la uretra antes de una actividad específica que puede desencadenar la incontinencia; por ejemplo, jugar al tenis. El oclusor actúa como tapón para impedir la pérdida y se extrae antes de orinar.
  • Las pinzas anti-incontinencia. Se colocan en el surco balanoprepucial del pene. Ocluyen la uretra para evitar la salida de orina, a manera de esfínter. 
  • El pesario. Un anillo rígido que se introduce en la vagina y se utiliza durante todo el día. El dispositivo suele utilizarse en mujeres que padecen un prolapso que causa incontinencia. El pesario ayuda a sujetar la vejiga, que se encuentra cerca de la vagina, para evitar la pérdida de orina.

Intervenciones

Se pueden indicar intervenciones mínimamente invasivas en casos determinados:

  • Las inyecciones de material de relleno. Se inyecta un material sintético en el tejido que rodea la uretra. El material de relleno mantiene la uretra cerrada y reduce la pérdida de orina. Por lo general, este procedimiento es mucho menos efectivo que los tratamientos más invasivos, como la cirugía para la incontinencia de esfuerzo, y a menudo tiene que repetirse periódicamente.
  • Toxina botulínica tipo A (botox). Las inyecciones de bótox en el músculo de la vejiga pueden resultar beneficiosas para las personas que tienen vejiga hiperactiva. Por lo general, el bótox se receta solamente si otros medicamentos de primera línea no han dado resultado.
  • Estimuladores nerviosos. Se implanta un dispositivo parecido a un marcapasos debajo de la piel que emite impulsos eléctricos indoloros a los nervios que participan en el control de la vejiga (nervios sacros). La estimulación de los nervios sacros puede controlar la incontinencia de urgencia si otras terapias no han dado resultado. El dispositivo puede implantarse debajo de la piel en las nalgas y conectarse a cables en la parte inferior de la espalda, por encima de la zona del pubis o, con el uso de un dispositivo especial, puede insertarse en la vagina.

Cirugía

Si otros tratamientos no dan resultado, varios procedimientos quirúrgicos pueden tratar los problemas que causan la incontinencia urinaria:

  • Procedimientos con cabestrillo. Para crear un cabestrillo pélvico alrededor de la uretra o el cuello vesical, en la actualidad se utilizan pequeñas bandas de  material sintético o malla. El cabestrillo ayuda a mantener la uretra fija evitando la incontinencia, especialmente cuando se realiza Valsalva (como cuando toses o estornudas). Este procedimiento se utiliza para tratar la incontinencia de esfuerzo.
  • Suspensión del cuello de la vejiga. Este procedimiento está pensado para sostener la uretra y el cuello de la vejiga. Esto implica una incisión abdominal; por lo tanto, se lleva a cabo bajo anestesia general o intradural.
  • Cirugía de prolapso. En las mujeres con incontinencia mixta y prolapso de los órganos pélvicos, la cirugía puede comprender una combinación del procedimiento con cabestrillo y la cirugía de prolapso.
  • Esfínter urinario artificial.  Se implanta un pequeño mecanismo alrededor de la uretra para evitar la incontinencia. Dicho mecanismo se activa y desactiva a voluntad para poder realizar la micción de forma voluntaria. 

Compresas absorbentes y catéteres

Si los tratamientos médicos no pueden eliminar completamente la incontinencia, puedes probar productos que ayudan a aliviar la molestia e incomodidad de la pérdida de orina:

  • Compresas y vestimenta protectora. La mayoría de los productos no son más abultados que la ropa interior normal y pueden usarse cómodamente debajo de la vestimenta diaria. Los hombres con problemas de goteo de orina pueden usar un recolector de gotas (un pequeño bolsillo de compresa absorbente que se coloca sobre el pene y se mantiene en su lugar con ropa interior ceñida).
  • Catéter. Si tienes incontinencia porque la vejiga no se vacía adecuadamente, el médico podría recomendarte que aprendas a introducir una sonda en la uretra varias veces al día para drenar la vejiga. 

Dolor pélvico crónico

El dolor pélvico crónico es el que se presenta en el área situada por debajo del ombligo y entre las caderas, y que dura seis meses o más. Puede tener varias causas, y ser un síntoma de otra enfermedad o ser una afección en sí mismo.

Si el dolor pélvico crónico parece ser causado por otro problema médico, tratar ese problema puede ser suficiente para aliviar el dolor.

Sin embargo, muchas veces no es posible identificar una única causa de este dolor. Si este es el caso, el objetivo del tratamiento es reducir el dolor y los demás síntomas y mejorar la calidad de vida.

Síntomas

El dolor pélvico crónico se describe generalmente de esta manera:

  • Dolor intenso y constante
  • Dolor que aparece y desaparece (intermitente)
  • Dolores o calambres punzantes
  • Presión o pesadez en una zona profunda de la pelvis
  • Dolor durante las relaciones sexuales
  • Dolor con el movimiento intestinal o la micción
  • Dolor cuando estás sentado por períodos prolongados de tiempo

Es posible que la molestia se intensifique después de estar parado durante períodos largos y se alivie cuando te recuestas. El dolor puede ser leve y molesto o puede ser tan intenso que faltas al trabajo, no puedes dormir o no puedes hacer ejercicio.

Etiología

El dolor pélvico crónico es una afección compleja que puede tener múltiples causas, constituyéndose en un síntoma de varias afecciones médicas. Por ejemplo, es posible que una mujer tenga endometriosis y cistitis intersticial, ambas patologías pueden provocar dolor pélvico crónico.

Algunas de las causas del dolor pélvico crónico pueden ser:

  • Endometriosis. Se trata de una afección en la que el tejido del recubrimiento del útero crece fuera de este. Estos depósitos de tejido responden al ciclo menstrual, al igual que lo hace el recubrimiento uterino, es decir, engrosamiento, rotura y sangrado, a medida que los niveles de las hormonas suben y bajan. Debido a que esto tiene lugar fuera del útero, la sangre y el tejido no pueden salir del cuerpo a través de la vagina. En cambio, permanecen en el abdomen, donde pueden provocar quistes dolorosos y bandas fibrosas de tejido cicatricial.
  • Problemas musculoesqueléticos. Trastornos que afectan los huesos, las articulaciones y los tejidos conjuntivos (sistema musculoesquelético), como la fibromialgia, la tensión muscular del suelo pélvico, la inflamación de la articulación púbica (sínfisis púbica) o hernias, y que pueden dar lugar a dolor pélvico recurrente.
  • Enfermedad inflamatoria pélvica crónica. Esto puede tener lugar si una infección de largo plazo, por lo general de transmisión sexual, provoca formación de cicatrices que afectan los órganos pélvicos.
  • Restos ováricos. Después de la extirpación quirúrgica del útero, los ovarios y las trompas de Falopio, es posible que, por accidente, queden pequeños vestigios del ovario, los que luego podrían dar lugar a la aparición de quistes dolorosos.
  • Fibromas. Estos crecimientos uterinos no cancerosos pueden generar presión o una sensación de pesadez en la parte inferior del abdomen. En casos poco frecuentes, provocan un dolor agudo.
  • Síndrome del intestino irritable. Los síntomas asociados con el síndrome del intestino irritable, como inflamación, estreñimiento o diarrea, pueden ser el origen del dolor y la presión pélvicos.
  • Síndrome de la vejiga dolorosa (cistitis intersticial). Esta afección está asociada con un dolor recurrente en la vejiga y con una necesidad frecuente de orinar. Es posible que presentes dolor pélvico a medida que la vejiga se llena, el cual puede ceder temporalmente al orinar.
  • Algunos médicos consideran que las venas varicosas (várices) dilatadas que se encuentran alrededor del útero y de los ovarios pueden provocar dolor pélvico. No obstante, otros médicos dudan que el síndrome de congestión pélvica sea la causa del dolor pélvico porque la mayoría de las mujeres con venas dilatadas en la pelvis no presentan un dolor asociado.
  • Factores psicológicos. La depresión, el estrés crónico o los antecedentes de abuso sexual o físico pueden aumentar el riesgo de dolor pélvico crónico. El sufrimiento emocional empeora el dolor, y vivir con un dolor crónico contribuye al sufrimiento emocional. Estos dos factores suelen generar un círculo vicioso.

Diagnóstico

Averiguar qué es lo que está causando el dolor pélvico crónico a menudo implica un proceso de eliminación porque son muchos los trastornos que pueden causar dolor pélvico.

Además de una entrevista detallada sobre el dolor, tus antecedentes médicos personales y los antecedentes familiares, el médico puede pedirte que lleves un diario del dolor y otros síntomas.

Estas son algunas de las pruebas o exámenes que el médico podría indicar:

  • Examen pélvico. Este puede revelar signos de infección, crecimientos anormales o músculos tensos del suelo pélvico. El médico revisa si hay áreas de sensibilidad. Hazle saber al médico si sientes alguna molestia durante este examen, especialmente si el dolor es similar al que has estado sintiendo.
  • Análisis de laboratorio. Durante el examen pélvico, el médico puede pedir análisis de laboratorio para detectar infecciones. 
  • Ecografía.  Este procedimiento es especialmente útil para detectar masas o quistes en los ovarios, el útero o las trompas de Falopio.
  • Otras pruebas de diagnóstico por imágenes. El médico puede recomendar radiografías abdominales, tomografías computarizadas (TC) o imágenes por resonancia magnética (RM) para ayudar a detectar estructuras o crecimientos anormales.
  • Laparoscopia. Durante este procedimiento quirúrgico, el médico hace una pequeña incisión en el abdomen e inserta un tubo delgado conectado a una pequeña cámara (laparoscopio). El laparoscopio le permite al médico observar los órganos pélvicos y verificar si hay tejidos anormales o signos de infección. Este procedimiento es especialmente útil para detectar la endometriosis y la enfermedad pélvica inflamatoria crónica.

Encontrar la causa de fondo del dolor pélvico crónico puede ser un proceso largo y, en algunos casos, es posible que nunca se encuentre una explicación clara.

Sin embargo, con paciencia y comunicación abierta, tú y tu médico pueden desarrollar un plan de tratamiento que te ayude a vivir una vida plena con un mínimo de molestias.

Tratamiento

El objetivo del tratamiento es reducir los síntomas y mejorar la calidad de vida.

Si el médico puede determinar una causa específica, el tratamiento se centrará en esa causa. Sin embargo, si no es posible identificar una causa, el tratamiento se enfocará en el control del dolor y de los demás síntomas. En muchas ocasiones, el enfoque óptimo implica una combinación de tratamientos.

Medicamentos

  • Analgésicos. Es un tratamiento sintomático que ayuda a mejorar la clínica aunque no tratan la causa del dolor crónico.
  • Tratamientos hormonales. Algunas mujeres descubren que los días en que tienen dolor pélvico pueden coincidir con una fase particular de su ciclo menstrual y los cambios hormonales que controlan la ovulación y la menstruación. Cuando este es el caso, las píldoras anticonceptivas u otros medicamentos hormonales pueden ayudar a aliviar el dolor pélvico.
  • Antibióticos. Si la fuente del dolor es una infección, el médico puede recetar antibióticos.
  • Antidepresivos. Algunos tipos de antidepresivos pueden ser útiles para aliviar el dolor crónico. Los antidepresivos tricíclicos, como la amitriptilina y otros, parecen tener efectos analgésicos y antidepresivos. Pueden ayudar a mejorar el dolor pélvico crónico incluso en los pacientes que no tienen depresión.

Otras terapias

Tu médico puede recomendar terapias o procedimientos específicos como parte del tratamiento contra el dolor pélvico crónico. Estos pueden incluir lo siguiente:

  • Fisioterapia. Los ejercicios de estiramiento, masajes y otras técnicas de relajación pueden mejorar el dolor pélvico crónico. Un fisioterapeuta puede ayudarte con estas terapias y a desarrollar estrategias para lidiar con el dolor. A veces, se tratan puntos específicos de dolor con un instrumento médico llamado estimulación nerviosa eléctrica transcutánea. La estimulación nerviosa eléctrica transcutánea envía impulsos eléctricos a las vías nerviosas cercanas. También puede ser útil usar una técnica psicológica llamada biorretroalimentación, que te ayuda a identificar áreas de músculos tensos para que puedas aprender a relajar esas áreas.
  • Neuroestimulación (estimulación de la médula espinal). Este tratamiento consiste en implantar un dispositivo que bloquea las vías nerviosas para que la señal de dolor no pueda llegar al cerebro. Puede ser útil, según la causa del dolor pélvico.
  • Inyecciones en el punto gatillo. Si el médico encuentra puntos específicos donde sientes dolor, puede que te beneficies de las inyecciones de un medicamento anestésico en esos puntos dolorosos (puntos gatillo). El medicamento, por lo general un anestésico local de acción prolongada, puede bloquear el dolor y aliviar la molestia.
  • Psicoterapia. Si el dolor puede estar entrelazado con depresión, o cualquier tipo de trastorno psicológico, puede que te resulte útil hablar con un psicólogo o psiquiatra. Existen diferentes tipos de psicoterapia, como la terapia cognitivo-conductual y la biorretroalimentación. Independientemente de la causa de fondo del dolor, la psicoterapia puede ayudarte a desarrollar estrategias para lidiar con el dolor.

Cirugía

  • Cirugía laparoscópica. Si tienes endometriosis, el médico puede extraer las adherencias o el tejido endometrial por medio de una cirugía laparoscópica. 
  • Histerectomía. En casos complicados y poco frecuentes, el médico puede recomendar extirpar el útero (histerectomía), las trompas de Falopio (salpingectomía) o los ovarios (ooforectomía). Someterse a esta intervención conlleva consecuencias importantes para la salud. El médico analizará los riesgos y beneficios detalladamente antes de recomendar esta opción.
  • Resección transuretral de vejiga. En algunas patologías, como en la cistitis intersticial, a veces es útil resecar por vía endoscópica las lesiones que están en el recubrimiento interno de la vejiga y que se asocian a dolor crónico. 
  • Inyecciones intravesicales. En algunos casos resulta muy resolutiva la inyección de varias sustancias en la mucosa y en la musculatura vesical, como el bótox y algunos antiinflamatorios. Este procedimiento se realiza por vía endoscópica, bajo anestesia. 
  • Bloqueo anestésico de los nervios de la pelvis. En los casos en los que se identifica que el dolor proviene específicamente de los puntos gatillos donde pasan nervios sensitivos de la pelvis, el médico puede indicar el bloqueo anestésico de estos puntos, lo que reduciría las sensaciones dolorosas de esa zona. A veces es necesario llevar a cabo este procedimiento en quirófano.

Programa de rehabilitación del dolor

Es posible que debas probar una combinación de abordajes de tratamiento antes de que encuentres la mejor opción para ti. De corresponder, es posible que debas considerar la opción de ingresar en un programa de rehabilitación del dolor.  

Estilo de vida

El dolor crónico puede afectar considerablemente a tu vida diaria. Cuando sientes dolor, tienes problemas para dormir, hacer ejercicios o realizar tareas físicas.

El dolor crónico también puede causar ansiedad y estrés, los cuales, a su vez, pueden empeorar el dolor.

Las técnicas de relajación pueden ayudar a aliviar la tensión, a reducir el dolor, a calmar las emociones y a inducir el sueño. Puedes aprender por cuenta propia muchas técnicas, como meditación y respiración profunda.

Abordaje multidisciplinar

Según la causa sospechada de dolor, el médico podrá derivar a un especialista del aparato digestivo (gastroenterólogo), un especialista en ginecología o un especialista en dolor musculoesquelético (fisiatra o fisioterapeuta).

Cómo preparar la consulta

  • Haz una lista de todos los signos y síntomas que experimentas. Menciona los que parecen no guardar relación con el motivo de la consulta.
  • Anota la información médica más importante. Incluye los principales factores de estrés o los cambios recientes en tu vida.
  • Haz una lista de todos los medicamentos que tomas y de las dosis correspondientes. Indica los medicamentos de venta con receta y de venta libre, las vitaminas u otros suplementos que estés tomando.
  • Es buena idea llevar a un familiar o amigo. En ocasiones, puede ser difícil recordar toda la información que se proporciona durante una consulta. Alguien que te acompañe puede recordar algún dato que olvidaste o que no notaste.
  • Prepara preguntas. Preparar una lista de preguntas te puede ayudar a no olvidarte de ninguna.
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